El joven

El joven estaba sentado en el aire. A un par de palmos del suelo. Tenía los ojos cerrados para "ver" mejor a su madre, que flotaba un par de metros detrás suyo.

Siente la vida. La hierba bajo tu cuerpo, los árboles del bosque de coral más allá de la orilla, los microorganismos que habitan en la piedra a tu izquierda... Escúchala, escucha su mensaje y trata de entender lo que te dice.

Lo escucho, madre. Pero no lo entiendo. Sé que soy un disminuido, pero no entiendo por qué soy incapaz de entender lo que la vida me dice...

No hubo acritud ni disgusto en las palabras del joven. Había aprendido a vivir consigo mismo y con sus limitaciones. Nunca llegaría al nivel de sus amigos, y ni decir al de su madre.
Su madre... nadie entendía qué había llevado a la mujer a amar al náufrago espacial. Sabía que la relación no llegaría a buen puerto, pues el hombre (nunca se habían preguntado los nombres) se iría del planeta en cuanto consiguiera reparar la nave.

Nadie lo llamó nunca mestizo. Ni siquiera lo trataron como un paria. No hubo reproches para su madre ni maltratos para él. Ni desprecios, ni nada por el estilo. Era un ser vivo, y eso lo ponía al mismo nivel que cualquiera de los habitantes de la galaxia, tanto los maestros del planeta como el microbio más alejado del universo. La vida estaba en él de la misma forma que en ellos.

Pero era un disminuído. No podía escuchar a la vida, y su talento era casi nulo. Los niños de su aldea podían hacer cosas que él jamás podría ni imaginar, mientras que su madre... bueno, su madre era una dotada. Nadie sabía dónde estaban sus límites, y eso era algo que sí molestaba al joven. Él querría poder ponerse a prueba, viajar por el espacio sin más ayuda que la que la vida que existe en el vacío le pudiera ofrecer. "Detener el camino del sol" era el límite que decían los sabios que existían para la vida. Parar el tiempo. Éso era lo único que su madre sería incapaz de hacer si se lo propusiera.

Y en cambio él era incapaz siqiuera de levitar sin ayuda...

¿Estoy vivo, madre?

Esa pregunta les atormentaba a ambos. Sabían que lo estaba, pues el mero hecho de preguntárselo lo demostraba. Y era orgánico, obviamente, hijo de dos criaturas vivas. Pero otra de sus limitaciones era que, de la misma forma que él era incapaz de escuchar a los seres vivos, los seres vivos eran incapaces de escucharle a él.
Y eso en su planeta era algo muy difícil. En una sociedad acostumbrada a sentir la presencia de todos sus miembros, el joven era un fantasma; un espacio de silencio en medio de la música planetaria.

Claro que estás vivo, querido. Pero por alguna razón que desconocemos, tu vida está encerrada en tí, y por eso no podemos compartirnos como querríamos.

De nuevo, la exposición de la verdad. Sin reproches, tristezas ni muestra alguna de dolor. Sólo el joven mostraba, a veces, dolor por su condición de único. Era un sordomudo en una sociedad basada en el habla. Le veían, le hablaban, le escuchaban, podían tocarlo... pero no lo sentían, y eso, aunque nadie lo mostró jamás, les incomodaba.

Había habido disminuidos en el pasado. Pobres criaturas incapaces de mover grandes pesos, o de comunicarse a nivel continental. Pero el joven era una roca inerte en medio de un universo de vida...

El joven se puso en pie. Cuando inició el movimiento, su cuerpo se posó suavemente sobre la hierba. Su madre sabía cuándo necesitaba "sentirse libre" como lo llamaba él, y dejaba de sostenerle con sus habilidades. El joven era incapaz de levitar. De hecho, era incapaz de realizar tarea alguna mediante las habilidades propias de su pueblo.

Una vez de pie, arqueó su espalda. Los huesos crujieron al ponerse en su sitio. El joven no era corpulanto, no más que los de su raza (materna). De hecho, los cuerpos de su gente eran más... apolíneos o hercúleos, pero los músculos del joven eran el fruto de su actividad física, y no de la simple manipulación mental. Sus amigos podían ganarle en cualquier competición física sin pestañear, pero aún así, el joven sorprendía a propios y a extraños con su capacidad para seguir adelante más allá de la extenuación física. ¿Un rasgo de su padre? Nadie podría decirlo. El humano había partido incluso antes de su nacimiento.

Y a nadie le importaba lo más mínimo... ni al joven.

Algunos proyectores de energía dejaban en el aire un cierto olor a ozono. Éste fue el que alertó al joven de que algo pasaba.

Se volvió para ver a su madre de pie con la cara muy seria y una mano levantada. Salía humo de ella.

No tuvo tiempo para preguntar qué pasaba, su madre le miró y le dijo "corre".

Y el joven corrió. Corrió como alma que lleva el diablo. En dirección a su pueblo. Si su madre le había pedido que corriera era porque esta vez necesitaba concentrarse de verdad. Eso quería decir que esta vez los muy cabrones habían vuelto con más armamento. Y quizá con algún ser de los que decían dominar "la Fuerza".

Mierda.

Un par de explosiones alertaron al joven de que le habían visto. Pero el hecho de que no fueran mucho más quería decir que habían decidido que no era ningún peligro, y que iban a centrarse en su madre.

Esperaba que ella pudiera, por una vez, detener el sol.